ATENCIÓN: SPOILER!!
Prólogo: Abril 2016
Sus ojos verdes estaban clavados en la bacheada e inestable
carretera que parecía solo tener curvas cerradas. Tenía el pelo rubio recogido
en un moño y las manos sudorosas de apretar con fuerza el volante. No dejaba de
volver la vista al asiento de atrás. Allí Nauzet descansaba, inconsciente, con
magulladuras por todo el cuerpo y alguna que otra herida grave que no dejaba de
sangrar. Había quedado enterrado bajo los escombros de la antigua muralla de la
Alhambra de Granada durante otra batalla por la supervivencia. La enésima desde
que había comenzado todo aquello. Y de ésta era bastante complicado salir, no
al menos sin consecuencias.
Hacía un par de minutos que habían dado esquinazo
a la única patrullera de la Wiederstand-Waffen que les perseguía, aunque
Cristina no se confiaba, podían aparecer en cualquier momento, por más que su
compañera de viaje le dijera que ya no vendrían.
—
Por
ahí. —Llevaba todo el camino diciendo eso con ese extraño acento andaluz de
la otra parte de Andalucía. —Frena, o nos matarás.
Ahora que se daba
cuenta, Cristina no conocía a esa chica. No como Nauzet. Ella había pasado los
últimos meses con ellos, refugiados, pero no habían tenido demasiado contacto.
Tampoco es que quisiera tenerlo, por más que Nauzet la convenciera cada vez que
tenían un rato para charlar.
—
Estamos
cerca.
Cristina la
miraba de reojo. Ese pelo castaño y esos ojos miel ocultaban algo, pero no
atinaba con exactitud a saber qué. Era una chica misteriosa. Demasiado. Iba y
venía. Aparecía de modo intermitente en sus vidas. Ella decía que pertenecía a
otro grupo de personas que resistían antes incluso de que pasara todo aquello
del Nuevo Orden Europeo. Esa comunidad era a la que se suponía que estaban
yendo, donde encontrarían otro refugio, que esperaban fuera más seguro, y sobre
todo, curar y salvar a Nauzet.
—
No me
fío de ti. —Cristina quería dejar las cosas claras antes de entrar en su
territorio.
—
¿Crees
que no lo sé? Pero no es hora de discutir, lo que importa es Nauzet. Allí
tenemos un médico…
—
Quiero
que sepas…que lo hago por él.
—
Está
claro, yo también lo hago por él. Pero, Cristina, no te equivoques, no pretendo
arrebatártelo.
—
Él no
me pertenece, no es mío.
—
Ya.
La tensión entre
las dos iba en aumento, y eso se podía ver en la manera de conducir de
Cristina. Pura agresividad. ¿Qué se había creído aquella chica? Con esos ojos,
la cara sucia por la lucha matinal y el pelo suelto que, a pesar de no
peinarse, le quedaba perfecto y reluciente al contacto con los rayos del Sol.
¿Qué tenía ella? Menos mal que Nauzet la había evitado siempre en los momentos
más…Menos mal que no la había besado, pero qué más daba eso, si con ella
tampoco se había atrevido y eso que habían pasado mucho tiempo juntos y a solas
desde lo ocurrido en Campotéjar.
¿Aquí? Aquello era
un maldito camino de piedras y arenisca que pasaba por entre los árboles de las
altas montañas. ¿Dónde se suponía que vivía aquella famosa comunidad?
—
Espera
mientras voy a avisar, esto es una comunidad inmovilista, precavida y cerrada.
Tienen que daros el visto bueno.
Cristina vio cómo
ella se bajaba del coche y desaparecía entre unas rocas y unos arbustos.
Mientras, ella hizo lo propio, solo para saber el estado de Nauzet. Su pulso
era débil y aún estaba inconsciente. Tras unas palmadas en las mejillas,
Cristina consiguió que Nauzet se despertara, confuso.
—
¡Nauzet!
A Nauzet le daba
vueltas todo. Sentía nauseas a causa del mareo. No sabía dónde estaba, solo
podía sentir el suave tacto de la carrocería del vehículo.
—
¿Dónde
estoy?
—
Hemos
conseguido salir de Granada. Venimos con Clara a…
—
¿Quién
eres? ¿Quién es Clara? —Nauzet se incorporó y vio a su interlocutor, no tenía
ni idea de quién era esa chica de ojos verdes.
—
¡¿Quién
voy a ser?! ¡Cristina!
—
Lo
siento…Yo…No te conozco…
—
Vamos
Nauzet…Será mejor que descanses, ha sido un día duro y el golpe…
—
¿Qué
golpe? ¿De qué me hablas?
En aquel momento
llegó Clara, pisando fuerte con sus botas de cuero, con el arco en su espalda y
la pistola robada a un policía de la W-W en el cinto. Venía con ella un
muchacho, que más que médico, parecía un fraile por el corte de su pelo.
—
¡Clara!
—Cristina la apartó, mientras que el médico atendía a Nauzet.
—
¿Qué
pasa?
—
Creo…Creo
que Nauzet ha perdido la memoria.
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